Lección del Atlético en el derbi
Diego Costa marcó el gol de la victoria a los 11 minutos y fue una pesadilla para Pepe y Ramos. El Madrid fue muy inferior en tres cuartas partes del partido y sólo apretó al final.
Un año después, el Madrid está casi donde estaba, extraviado en la Liga a las primeras de cambio. O lo que es lo mismo, en siete jornadas a cinco puntos del Barça y de un Atlético en la cumbre, ya soberano en Chamartín, donde reinó en la Copa y ahora en la Liga. Mal asunto para Ancelotti y los suyos en una Liga en la que el título vale 100 puntos. El Atlético fue mejor de principio a fin, con balón y sin balón. Tiene una estructura defensiva sobresaliente y algunos futbolistas brillantes al servicio de una causa común. Al frente de todos, Koke y Diego Costa, que dejaron una huella imborrable en el partido. Del Madrid no hubo ni migas, salvo dos acciones finales de Morata. Difuminado Cristiano, desnortado Bale, sin nadie que encendiera la bombilla, a los blancos les faltó un catalizador, alguien que alumbrara al resto. Este Madrid no tiene molde, es un presunto proyecto. El Atlético no tiene dudas, en lo suyo es enciclopédico, todos conocen el dictado al dedillo.
El grupo rojiblanco es un equipo con mayúsculas, gremial. Los reclutas de Simeone son mosqueteros al servicio de una idea de la que son devotos. Nadie le obliga a ser un conjunto embriagador, pero tiene un formato muy claro y su muestrario cada vez es más eficaz, hasta el punto de que pese a la piel de cordero que propaga su técnico, el Atlético amenaza con sublevarse ante los dos grandes. Tuvo a tiro al Barça en la Supercopa y, como ya hiciera en la Copa, volvió a colonizar Chamartín.
Atlético de Madrid: Courtois; Juanfran, Miranda, Godín, Filipe Luis; Koke, Tiago, Gabi, Arda Turan (‘Cebolla’ Rodríguez, m. 88); Diego Costa (Leo Baptistao, m. 85) y Villa (Raúl García, m. 86). No utilizados: Aranzubia; Alderweireld, Guilavogui y Óliver Torres.
Gol: 0-1. M. 10. Diego Costa.
Árbitro: Mateu Lahoz. Amonestó a Arda Turan, Coentrão, Koke, Diego Costa, Filipe Luis, Sergio Ramos, Arbeloa y Pepe.
Unos 80.000 espectadores en el Bernabéu.
El equipo colchonero ha crecido tanto a través de lo colectivo que hoy se han fortalecido sus individuales. No hay rojiblanco peor que en otros cursos; al contrario, algunos, muchos, han crecido. El mejor ejemplo, Koke. Un futbolista estupendo, versátil, sin una cualidad sublime, pero notable alto en todo lo que hace. Quita, da vuelo al juego, es ordenado, elige bien, se sacrifica como un pretoriano más y a balón parado es una veta extraordinaria. Un jugador para todo y para todos. Fue él quien penalizó un grave error de Di María, que se hizo un ovillo ante Filipe, que le rebañó la pelota. El balón cayó a los pies más oportunos, los de Koke, que filtró un pase telescópico a las espaldas de Pepe y Arbeloa. Si Koke se ha graduado definitivamente, otro doctorado es Diego Costa, dos delanteros en uno: Falcao dentro del área y Costa fuera. Ante Diego López resolvió con la naturalidad propia de quien se siente iluminado. Es mucho más que un pendenciero: potente, incordión, con una armadura privilegiada para acolchar la pelota y dar un respiro a su equipo. Y, de repente, tan preciso ante el gol que lleva los mismos que Messi. Le han tomado la matrícula y a su alrededor saltan chispas. Ahora también es víctima de su matonismo y se lleva las suyas. Con todo, un jugadorazo.
El tanto de Diego Costa evidenció las carencias del Madrid, que, al revés que su vecino del Manzanares, no da con las teclas. El equipo está indefinido, sin hoja de ruta, sin pensamiento propio. Nada más elocuente que el baile de mediocentros de Ancelotti. En el derbi, cogieron turno Khedira e Illarra y perdió el sitio Modric. Los dos fracasaron por igual. Se les tiene por futbolistas para el dique y resulta que el Atlético se permitió posesiones que le resultaron infinitas por inusuales. No es un equipo cuya expresividad sea dar pases hasta el delirio, no es recreativo con el balón. Illarra también es un armador, pero aún no tiene peso en este equipo, pocos le buscan para dar salida al juego, de lo que se encarga más de la cuenta Pepe con sus pelotazos. A Khedira también se le tiene por un llegador, cuando su producción goleadora es irrelevante.
Sin alguien capaz de vertebrar el fútbol, el Madrid quedó sometido a las emboscadas rojiblancas, cuyos centrocampistas cierran muy bien, se auxilian en todas las zonas y ninguno tira de abanico. Se juntan a la línea defensiva y limitan al máximo las rendijas. Y al Madrid le falta un Özil, un Koke, alguien que encienda la luz donde solo hay tinieblas. A Isco no le va ese papel. Sin arquitectura, el equipo blanco quedó reducido a un constante ejercicio de servicios aéreos. Por ahí llegó su primera ocasión, un cabezazo de Benzema que rechazó Courtois con la cara. No había noticias de Cristiano, sin aguadores, enredado por la zaga visitante. El gobierno era del Atlético y las ocasiones, también. Nadie la tuvo más clara que Tiago, que cabeceó solo y a un dedo del área pequeña un córner lanzado por Koke. Era gol o gol, pero tan fácil lo vio el luso que el balón brincó por las nubes. Al filo del descanso la tuvo también Godín, otra vez en una jugada sin techo, porque el repertorio de jugadas ensayadas de Simeone es voluminoso. Su cabezazo lo espantó Diego López como pudo.
La panorámica cambió poco a poco en el segundo acto. Entraron Bale y Modric y el Madrid no encontró fútbol, pero ganó en pujanza, tuvo otro colmillo. Sin ingenio, por las bravas. Con más ímpetu que otra cosa, el grupo de Ancelotti multiplicó la marcha a medida que el Atlético se agotaba. Aun así, Costa pudo sentenciar en un mano a mano que le repelió Diego López. Villa cazó el rebote, pero no resolvió. Simeone tardó en agitar el equipo desde el banquillo (sin cambios hasta el 85) y parecía que el Atlético se marchitaba. Enfrente, apenas hubo pistas de Bale, diluido por la orilla derecha, y, de forma sorprendente tampoco de Ronaldo, fuera de escena. Ni con el oponente agotado encontró otras respuestas el Madrid que el asalto al área de Courtois a base de cañonazos aéreos, sin trenzas, sin pausas. Casi da con la solución Morata, protagonista de las dos mejores ocasiones locales, sobre todo un acrobático remate. Antes, eso sí, Koke, no podía ser otro, estrelló el balón en el larguero tras una maniobra majestuosa. Koke marca la línea creciente de este Atlético. Un Atlético que va muy en serio. Del Madrid no se sabe por dónde quiere ir.
El grupo rojiblanco es un equipo con mayúsculas, gremial. Los reclutas de Simeone son mosqueteros al servicio de una idea de la que son devotos. Nadie le obliga a ser un conjunto embriagador, pero tiene un formato muy claro y su muestrario cada vez es más eficaz, hasta el punto de que pese a la piel de cordero que propaga su técnico, el Atlético amenaza con sublevarse ante los dos grandes. Tuvo a tiro al Barça en la Supercopa y, como ya hiciera en la Copa, volvió a colonizar Chamartín.
MADRID, 0-ATLÉTICO, 1
Real Madrid: Diego López; Arbeloa, Sergio Ramos, Pepe, Coentrão; Illarramendi (Modric, m. 46), Khedira; Di María (Bale, m. 46), Isco (Morata, m. 73), Cristiano; y Benzema. No utilizados: Casillas; Carvajal, Varane y Casemiro.Atlético de Madrid: Courtois; Juanfran, Miranda, Godín, Filipe Luis; Koke, Tiago, Gabi, Arda Turan (‘Cebolla’ Rodríguez, m. 88); Diego Costa (Leo Baptistao, m. 85) y Villa (Raúl García, m. 86). No utilizados: Aranzubia; Alderweireld, Guilavogui y Óliver Torres.
Gol: 0-1. M. 10. Diego Costa.
Árbitro: Mateu Lahoz. Amonestó a Arda Turan, Coentrão, Koke, Diego Costa, Filipe Luis, Sergio Ramos, Arbeloa y Pepe.
Unos 80.000 espectadores en el Bernabéu.
El tanto de Diego Costa evidenció las carencias del Madrid, que, al revés que su vecino del Manzanares, no da con las teclas. El equipo está indefinido, sin hoja de ruta, sin pensamiento propio. Nada más elocuente que el baile de mediocentros de Ancelotti. En el derbi, cogieron turno Khedira e Illarra y perdió el sitio Modric. Los dos fracasaron por igual. Se les tiene por futbolistas para el dique y resulta que el Atlético se permitió posesiones que le resultaron infinitas por inusuales. No es un equipo cuya expresividad sea dar pases hasta el delirio, no es recreativo con el balón. Illarra también es un armador, pero aún no tiene peso en este equipo, pocos le buscan para dar salida al juego, de lo que se encarga más de la cuenta Pepe con sus pelotazos. A Khedira también se le tiene por un llegador, cuando su producción goleadora es irrelevante.
Sin alguien capaz de vertebrar el fútbol, el Madrid quedó sometido a las emboscadas rojiblancas, cuyos centrocampistas cierran muy bien, se auxilian en todas las zonas y ninguno tira de abanico. Se juntan a la línea defensiva y limitan al máximo las rendijas. Y al Madrid le falta un Özil, un Koke, alguien que encienda la luz donde solo hay tinieblas. A Isco no le va ese papel. Sin arquitectura, el equipo blanco quedó reducido a un constante ejercicio de servicios aéreos. Por ahí llegó su primera ocasión, un cabezazo de Benzema que rechazó Courtois con la cara. No había noticias de Cristiano, sin aguadores, enredado por la zaga visitante. El gobierno era del Atlético y las ocasiones, también. Nadie la tuvo más clara que Tiago, que cabeceó solo y a un dedo del área pequeña un córner lanzado por Koke. Era gol o gol, pero tan fácil lo vio el luso que el balón brincó por las nubes. Al filo del descanso la tuvo también Godín, otra vez en una jugada sin techo, porque el repertorio de jugadas ensayadas de Simeone es voluminoso. Su cabezazo lo espantó Diego López como pudo.
La panorámica cambió poco a poco en el segundo acto. Entraron Bale y Modric y el Madrid no encontró fútbol, pero ganó en pujanza, tuvo otro colmillo. Sin ingenio, por las bravas. Con más ímpetu que otra cosa, el grupo de Ancelotti multiplicó la marcha a medida que el Atlético se agotaba. Aun así, Costa pudo sentenciar en un mano a mano que le repelió Diego López. Villa cazó el rebote, pero no resolvió. Simeone tardó en agitar el equipo desde el banquillo (sin cambios hasta el 85) y parecía que el Atlético se marchitaba. Enfrente, apenas hubo pistas de Bale, diluido por la orilla derecha, y, de forma sorprendente tampoco de Ronaldo, fuera de escena. Ni con el oponente agotado encontró otras respuestas el Madrid que el asalto al área de Courtois a base de cañonazos aéreos, sin trenzas, sin pausas. Casi da con la solución Morata, protagonista de las dos mejores ocasiones locales, sobre todo un acrobático remate. Antes, eso sí, Koke, no podía ser otro, estrelló el balón en el larguero tras una maniobra majestuosa. Koke marca la línea creciente de este Atlético. Un Atlético que va muy en serio. Del Madrid no se sabe por dónde quiere ir.
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