Cameron, junto al exfutbolista Gary Lineker, en una visita a una escuela católica ayer en Birmingham |
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David Cameron ha decidido asumir él mismo la tarea de insuflar pasión unionista al debate sobre el referéndum escocés. Ante las críticas a una campaña por el «No» a la secesión demasiado fría y «comatosa», excesivamente basada en datos y cálculos económicos, el jefe del gobierno británico ha aprovechado su primer gran discurso sobre Escocia para pedir a ingleses, galeses y norirlandeses que no cedan a la «complacencia» y recordarles que «quedan solo siete meses para salvar al país más extraordinario de la Historia».
El referéndum «es algo que nos afecta profundamente a los 63 millones de británicos»
Criticado por el nacionalismo escocés por no lanzar su mensaje desde tierras escocesas, el «premier» británico ha querido dirigirse sobre todo a los demás habitantes de las islas. «Es una decisión que solo deben tomar quienes viven en Escocia, pero mi argumento hoy es que, si bien solo cuatro millones de personas podrán votar en el referéndum, es algo que nos afecta profundamente a los 63 millones de británicos», defiende.
Y a los británicos no escoceses les pide que se dirijan a sus amigos y familiares en Escocia para decirles: «Queremos que os quedéis». La población de Escocia es de 5,3 millones, el 8,3% del Reino Unido. Y el próximo 18 de septiembre, todos los residentes mayores de 16 años podrán decidir si se separan de Gran Bretaña para crear un Estado independiente o si permanecen dentro del proyecto creado en 1707 con la unión de los parlamentos inglés y escocés. «Hay 63 millones de nosotros que podrían despertar el 19 de septiembre en un país diferente, con un futuro diferente por delante», ha dicho.
Espíritu olímpico, y unionista
Cameron ha elegido la zona de Stratford en el Este de Londres, el corazón de las Olimpiadas de Londres de 2012, para lanzar su primer gran mensaje público sobre el referéndum escocés. Y ha dejado de lado la lluvia de cifras con la que el gobierno británico intenta espantar a los nacionalistas para calentar el mensaje en favor de la unión con dosis de épica histórica y deportiva, y patriotismo.
En el velódromo escenario de los triunfos para el medallero británico del ciclista escocés Chris Hoy, Cameron ha explicado que «para mi lo mejor de los Juegos no fueron las victorias, fue el rojo, blanco y azul [de la bandera británica], fue el verano en el que el patriotismo salió de las sombras al sol, con todos animando juntos al "Team GB"», en referencia a la escuadra británica, que aglutinaba a ingleses, escoceses, galeses y norirlandeses en la mayor parte de las modalidades olímpicas.
Críticas del nacionalismo
La «número dos» del gobierno escocés, Nicola Sturgeon, le ha acusado de «cobardía» por no dar su discurso en Escocia, y de «politizar» el arranque de las olimpiadas de invierno de Sochi «invocando los éxitos de Londres 2012 como argumento en contra de que Escocia coja el futuro en sus propias manos». Los últimos sondeos apuntan a una progresión del apoyo a la secesión, aunque todavía el «No» lleva una notable delantera.
Una encuesta de la empresa TNS-BMRB este mes asigna un 29% al «Sí» a la independencia por un 41% al «No». Una distancia de doce puntos, menor que los 20 que otorgaban de media a la campaña «Mejor Juntos» (defensores del «No») en diciembre, una semanas después de la presentación de la hoja de ruta de Alex Salmond para proclamar la independencia en marzo de 2016. De los cuatro millones de escoceses llamados a votar en la consulta, se estima que un millón todavía no tiene decidido el voto.
De ahí la llamada a evitar la complacencia de Cameron, que con su intervención de hoy marca un giro estratégico hacia un mayor papel en el debate escocés. El líder conservador tiene claro que no quiere pasar a la historia como el primer ministro que presidió la partición del Reino Unido tras aprobar un referéndum... y perderlo. «Si perdemos Escocia, si cambia el Reino Unido, estaríamos quitando la alfombra debajo de nuestra propia reputación», ha defendido en su discurso.
El primer ministro sabe que es demasiado inglés, demasiado «tory» y demasiado pijo para arrastrar votos en Escocia, un territorio que ha pasado de dar el 50% de los votos a los conservadores en los 50 a enviar un único diputado «tory» a Westminster en la actualidad. «Mis encantos no llegan a todas partes», ha llegado a reconocer en el parlamento. En 2011 el Partido Nacionalista Escocés obtuvo el 44% de los votos por un 26% de los laboristas, un 12,4% de los conservadores y el 5,2% de los liberales.
Sin embargo, por muy impopular que su marca política sea en Escocia, Cameron no renuncia a cumplir con su papel de defensor de la unión, y de lo que ha calificado como «potente marca británica», percibida como «única, brillante, creativa, excéntrica e ingeniosa», según ha dicho. El gesto de hoy demuestra que ha decidido no esconderse y abandonar su estrategia inicial de perfil bajo y de dejar que las cifras hablen por sí solas.
«Creo con pasión que quedarse en Reino Unido es mejor para sus intereses, así, Escocia tiene espacio para tomar decisiones, a la vez que mantiene la seguridad que trae el formar parte de algo más grande... y de ser parte de uno de los grandes actores globales», ha dicho Cameron. En su estrategia de no regalar el debate de emociones y sentimientos al independentismo, y de visibilizar las ventajas de la unión, se espera que el «premier» presida este mes una reunión del gabinete en Aberdeen. Su reto lo definía el diario «The Times» en su editorial de hoy: «La delicada tarea del señor Cameron es enunciar un unionismo inclusivo que recuerde incluso a los escoceses que le tienen antipatía lo que tienen en común».
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